Iguazú no deja a nadie indiferente. Es un paseo de parejitas o familias, de pandillas de amigos o exploradores de la naturaleza. Imperdible monumento (una de las siete nuevas maravillas del mundo y Patrimonio Natural de la Humanidad) hay que recorrerlas alguna vez en la vida, incluso en silla de ruedas, para lo cual están acondicionados los recorridos
Iguazú.- El discurso oficial impuesto por algunos presidentes sudamericanos insiste en despreciar el uso genérico del masculino para designar a los dos sexos. Las nuevas generaciones, sin embargo, ya se acostumbraron a las nuevas definiciones: todos, todas y todes (para los que en el siglo XX eran conocidos como el tercer sexo). Así que sugiero abrazar el viaje a Iguazú con el espíritu inclusivo que no suelen exhibir aquellos gobernantes tan dados a inventar su propia gramática.
Las Cataratas del Iguazú tienen 275 saltos en promedio, según el caudal del río, y está considerada «la mayor cortina de agua del mundo». Desde Buenos Aires, el vuelo es de una hora y media. Hay decenas de buenas opciones de hoteles y posadas. Como atracción turística incluida en todos los catálogos, cualquier agencia organiza viajes a Cataratas, donde la organización establecida de los paseos no inhibe los recorridos espontáneos, al gusto de cada uno.
El recorrido por las Cataratas se hace por pasarelas que recorren los saltos de agua, algunos de hasta 80 metros de altura, donde los fanáticos de las selfies -atravesados en los mejores lugares de vista de la naturaleza- son más molestos que los mosquitos. El repelente y alguna chaqueta impermeable serán fundamentales en los paseos, además de calzado deportivo.
Del lado argentino, el paseo es más ecológico, con un tren que acerca a los viajeros hasta el salto estrella, la Garganta del Diablo. Del lado brasileño hay más tiendas, autobuses, merchandising. Dos puntos de vista distintos, pero complementarios, recomendables por igual.
Recomiendo para los audaces el Macuco Safari, una excursión que ofrecen del lado brasileño, donde las caras sonrientes y la bienvenida afable (en portugués) engañan: los incautos subimos sin zapatos (para no mojarlos) a un gomón gigante con dos motores donde se remonta a toda velocidad el río Iguazú. La vista imponente del cauce pedregoso nos hace perder la concentración antes del momento culminante: la punta de la embarcación se introduce (entre gritos eufóricos de la mayoría, ) en una cascada enorme, donde literalmente desde el gomón bamboleante sientes que te ahogas de arriba hacia abajo. Y cuando crees que terminó ese baño santo, el conductor está tomando impulso para entrar de nuevo a la cascada, a petición del público.
Lo ideal es ir en traje de baño: la ropa seca se guarda en lockers en el embarcadero. Mi esposo: «lindo paseo, pero no lo repetiría». Mis hijas: «¡¡¡lo mejor que nos pasó en la vida, pura adrenalina!!!». Ojo, hay otros paseos en barco más tranquilos que, después del Macuco, parecerán hasta aburridos.
La imperdible Garganta del Diablo tiene una visión panorámica superior, desde el lado argentino, y desde abajo con remojo incluido, del brasileño. Los arcoiris perennes en medio de las caídas de agua sólo se apagan cuando hay lluvia, lo cual puede suceder con frecuencia. Inolvidable.
Atención con los simpáticos coatíes, una especie de ratón gigante que abunda en la zona, sobre todo en el lado argentino. Acostumbrados al turismo populista que les alimenta a pesar de las prohibiciones, pueden arrebatar bolsas o golosinas a los distraídos. Atacan en grupos y pueden causar graves lastimaduras. Se asustan con un ruido fuerte, pero si hay comida a la vista nada los disuade.
El turismo es internacional, pero en su mayoría de argentinos y brasileños. En los feriados las pasarelas de los parques pueden verse tan concurridas como un shopping la víspera de Navidad. Mejor consultar fechas y posibles condiciones metereológicas antes de viajar.
Del lado brasileño (los venezolanos no necesitan pasaporte para hacer aduana, solo Cédula por ser ciudadanos del Mercosur), hay un mega dutyfree, del que escuché muy buenos comentarios. Optamos por la naturaleza y el bolsillo: los traslados en Iguazú son largos y costosos, si se hacen por cuenta propia.
También es recomendable elegir alojamiento al mismo tiempo que traslados: las distancias son largas y los traslados suelen ser en taxi, ya que el transporte público es casi inexistente. El hotel Sheraton es el único enclavado dentro del parque, del lado argentino, y es muy recomendable, aunque costoso.
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[blockquote (style=»style1″) (author=»»)]Información útil: El Parque Nacional Iguazú está ubicado en el noroeste de la provincia de Misiones, a 17 km de la localidad de Puerto Iguazú. El ecosistema que preserva pertenece al eco región Selva Paranaense, que cubre casi todo el territorio misionero. Es muy similar a la vegetación de selva tropical que los brasileños llaman Mata Atlántica, y que los venezolanos conocen en caminos de montaña como el de la vía hacia Choroní, en el estado Aragua. Un paquete desde Buenos Aires, incluyendo pasajes, traslados, excursiones y comidas para una familia de cuatro personas, no baja de 1.200 dólares.
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Valentina Álvarez: Periodista venezolana, Editora de Brasil247 Latam